Contra Peñarroya, el equipo volvió a mostrar dos caras. La primera, la de la concentración
y efectividad en el control de los estados de ánimo del grupo, tanto en su aspecto táctico, como emocional, fundamental para afrontar con decisión y ambición cualquier partido. Hasta el tiempo muerto fatídico,
Peñarroya no fue superior al equipo, disfrutando de un partido muy intenso, abierto y con un futsal bien elaborado. Pero la segunda cara, la de vez en cuando…volvió a aparecer a falta de cinco minutos para culminar el primer tiempo, y el equipo lo pagó, y muy caro. Desapareció la concentración, aparecieron preocupaciones que nada tenían que ver con potenciar la convicción de hacer lo que se debía, y Peñarroya mató el partido, logrando un marcador de 1 a 5 al descanso. Durante los 10 minutos de intermedio, se potenciaron las directrices emocionales, carácter de grupo e importancia del colectivo frente a lo individual, y el grupo volvió a recuperar
su carácter competitivo. Y aunque ya pesaban mucho los cuatro goles en contra, el equipo tuteó con descaro táctico y profundidad al líder de la categoría, obteniendo un tanteo de 1 a 2 en el segundo tiempo, mostrando mejor línea y convenciéndonos, una vez más, de las verdaderas posibilidades del equipo,
pese a que el marcador, reflejaba un marcador que jamás debió producirse, 2 a 7. Eso si, mejorando,
no obstante, el catastrófico 14 a 6, que sufrimos en Peñarroya. La verdad es que, tras el encuentro,
hubo rabia porque Peñarroya se nos escapó en aquellos cinco minutos absurdos. No debe pasar otra vez.
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